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Ahorro energetico equivocado Markos Arroyo
Tiempo de lectura: 3 minutos

Como de costumbre, cualquier medida por, en principio, lógica que se trate de adoptar en este país está sujeta a polémicas absurdas. Entiendo que el nivel de infantilidad de la política se va extendiendo paulatinamente a la sociedad, por lo que no es de extrañar que muchos tomen partido por los discursos políticos plagados de falacias e intereses creados.

La misión que se ha planteado es ahorrar energía. En principio es válida dado que al importar petróleo y gas de Rusia el impacto en la economía es grande. No obstante, el planteamiento es erróneo: intentar reducir el gasto en energía con el propósito de evitar utilizar gas y así producir electricidad es pan duro para hoy y hambre para mañana.

El problema de fondo es la dependencia energética que padecemos respecto a otros países. Una subordinación ridícula teniendo en cuenta la potencial producción energética de la que disponemos.

Sin embargo, cualquier oportunidad de mejora la desperdiciamos por mor de las poderosas compañías gestoras de energía, las cuales continúan asegurándose una legislación favorable a sus cuentas de resultados a base de prometer buenas jubilaciones en los consejos de administración a políticos agradecidos.

¿Qué sería de ellas si los hogares obtuvieran gratis su energía del sol? ¿Si recargáramos nuestros vehículos sin tener que depender del precio del barril de Brent? Debo cambiar el tiempo verbal. ¿Qué será de estas empresas cuando no tengan razón de existir o su presencia sea residual? Porque su fin llegará, por mucho que el gobierno retrase el cambio energético, para darles tiempo a que sean estas mismas empresas las que te coloquen las placas solares, te cobren por la instalación y te envíen alguien para comprobar si estás generando kilovatios de más.

No deja de ser llamativo que a pesar de la que está cayendo, nadie se atreva a modificar el robo que se produce a diario para calcular el precio de la energía. Un aberrante método que favorece el hecho de vaciar embalses en época de sequía para cobrar electricidad generada con agua a precio de gas traído de Argelia.

Se insiste en hacer un uso racional de la electricidad, alabo el mensaje. Aunque nadie antes había dicho que nuestras casas, por ejemplo, debían ser energéticamente eficientes. Quizás porque conseguir esa eficiencia y calidad reduciría el margen de beneficios de las constructoras. ¿Cuántas viviendas hay, cuyas ventanas cierran mal? ¿O cuántas carecen por completo de aislantes?. Con hogares bien aislados sí que se ahorra en calefacción y aire acondicionado.

Por otro lado, temo que llegue el día en que se den cuenta de que con los contadores de electricidad inteligentes que nos cobraron, pueden limitar la cantidad de energía que se consume en un hogar o un negocio. Llegarían a suceder hechos tan disparatados como poner el aire acondicionado en Sevilla a 18 grados en Julio y provocar que a mitad de mes hayas “consumido todas los megavatios” y te obligues a tener cenas románticas al tórrido calor de dos velas el resto del mes.

Apagar los escaparates o monumentos es algo completamente lógico, a partir de cierta hora los turistas están durmiendo o demasiado beodos para apreciar La Cibeles. Una medida que ayudaría a reducir la contaminación lumínica. Y para ahondar más en ese camino, sería estupendo que hubiera un alumbrado público capaz de apagarse cuando no detectara ninguna presencia y que se encendiera sólo cuando fuera realmente necesario. Todavía recuerdo las ciudades absurdamente iluminadas cuando el toque de queda a las 10 de la noche dejaba a casi todos en casa.

Pero todo ello son discusiones que sólo buscan entretener y quitar el trabajo a monologuistas, sin entrar en el auténtico debate. ¿Por qué tenemos que comprar energía si la podemos generar toda nosotros? ¿Por qué se inventan impuestos sobre la energía en lugar de tratar de abaratar su costo? ¿Por qué no se eligen los diputados del congreso al azar, peor no se puede hacer?

Mientras sigamos discutiendo sobre si veinticinco grados son diferentes en Córdoba o San Sebastián, habrá unos cuantos vivales que estarán disfrutando de los 25 grados del Caribe con nuestro dinero.

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