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nostalgia navidad
Tiempo de lectura: 2 minutos

Llega la Navidad, cada vez más anticipada por la mezquina necesidad comercial de vender multitud de objetos innecesarios en los que algún espíritu perverso ha escondido la felicidad. Es el momento de desempolvar los buenos deseos que hemos apartado durante el resto del año para enfocarnos en conseguir objetivos mundanos.

Sin embargo, yo no puedo sumarme al carro de una felicidad impuesta. Ahora bien, tampoco quiero ser un pájaro de mal agüero con pretensiones de empañar las fiestas. Más al contrario, el hecho de ver gente feliz me satisface porque hubo una edad lejana en la que también experimenté esa misma euforia.

Desde hace unos cuantos años es la nostalgia quien ha tomado el relevo de la alegría navideña. La abrazo con la serenidad que da el paso del tiempo y con cierta envidia de aquellos que consiguen guardar ese sentimiento sombrío en el cajón de los calcetines que no se usan, esperando el momento en el que se abra, para simplemente vaciarlo, secar las lágrimas y volver a pintar una sincera sonrisa en su faz.

Siento nostalgia por las Navidades de cuando era niño, incluso aquellas en las que, por cosas de la edad, era un arrogante idiota. Nostalgia serena y consciente de un tiempo que pasó, pero a la vez, feliz de haber vivido un período mágico, alegre, en el que volver a ver amigos y familia; para escuchar apasionantes historias, locos rumores y machacones villancicos. Un tiempo en el que la única responsabilidad en mis manos era pasarlo bien: reír, comer y disfrutar de la mirada de mi abuela, del abrazo de un amigo o de los consejos de alguien más sabio que tú.

En estos días de celebración obligada se mezclan las eternas ausencias con nuevas caras de ojos limpios y frentes por escribir. El armonioso baile de la vida que hace que cada vez te sientes más cerca de la presidencia de la mesa.

Los lamentos de mis mayores, que yo no entendía, son ahora mis lágrimas. La alegría del reencuentro con aquellos que no veías es un bello recuerdo que te oprime el pecho. Mi ilusión por lo nuevo, mi anhelo de conquistar lo desconocido y de vivir la magia de la Navidad, habitan ahora en la mirada de mi hija.

La rueda gira una vez más con un quejido nostálgico que nos trae de nuevo tiempos felices en los que moran otros rostros.

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